Una de las aventuras más impresionantes de un país en el que todo impresiona. Los taxis de El Cairo resultan una más de las experiencias que se deben vivir en Egipto. Por supuesto que existen vehículos modernos, con aire acondicionado, confortables… Sin embargo, el viajero que realmente quiera algo más divertido, deberá optar por las antiguas tartanas de color negro y blanco.
Son modelos de vehículos en ocasiones con más de 30 años, llenos de bollos y rozaduras, en los que no existen los cinturones de seguridad y las ventanillas siempre van bajadas. Está claro, aquí el único aire que corre es el que entra por las puertas. Por cierto, en esto da igual que el taxi sea viejo o no, los taxímetros existen, pero en la mayoría de los casos resultan una pieza arqueológica más, solo para ser contemplada, porque nadie los usa.
Es importante pactar antes el precio. El servicio es realmente barato, tal vez de los más baratos del mundo, por lo que tampoco es necesario ir de abusones, por mucho que el regateo sea el deporte nacional. Intentemos pagar lo justo y nunca olvidemos que son trabajadores que nos prestan un servicio.
Conducen como nadie, aunque el recorrido será todo un acontecimiento que de seguro narraremos a nuestros nietos. Una vez acomodados, brazos dentro (ni se os ocurra sacarlos por las ventanilla) y a contener la respiración. No hay semáforos y los que hay están de adorno. Nadie para, aunque haya gente cruzando y los guardias de tráfico, escasos y también como mobiliario urbano. Eso sí, no paran de tocar el claxon y la pericia de los conductores es impresionante. Llegaremos sanos y salvos. Sin duda uno de los servicios de taxi más divertidos del mundo.