Desde 1996 y por iniciativa de la UNESCO, se celebra cada 23 de abril el Día Mundial del Libro. La fecha fue elegida tomando como referente el día en que murieron tres ilustres escritores: Miguel de Cervantes, Garcilaso de la Vega y William Shakespeare.
Este pretexto ha servido aliciente para acercar la literatura a grandes y pequeños y para ver reunidos los esfuerzos de escritores, editores, libreros, lectores y gobiernos en un afán común de difundir y homenajear a la palabra. Por ello, en una vuelta más de tuerca por asentar esas nobles intenciones, la institución dependiente de la ONU decidió en 2001 crear una nueva distinción: La Capitalidad Mundial del Libro.
Desde entonces y cada año un país recibe el honor de encabezar esta cruzada, en reconocimiento por el trabajo y los esfuerzos realizados en post de la palabra y en la difusión de la lectura. Así este año le toca el turno a la capital porteña, sin duda una de la ciudades más cultas de uno de los países más eruditos de toda América.
Recibe el testigo de sus predecesoras en la tarea: Madrid, Alejandría, Nueva Delhi, Amberes, Bogotá, Ámsterdam, Montreal, Turín y Liubliana.
En Buenos Aires la Cultura en general y los libros en particular están presentes todo el año y capitanear el movimiento mundial en favor del libro no supone más que ampliar una agenda de por sí apretada, en medio de una población que adora la lectura y ama todo tipo de actividad cultural: teatro, cine, música, poesía, danza, artes plásticas… todo tiene cabida en la intelectual Buenos Aires.
Por supuesto que todos nos alegramos de esa distinción que comenzará oficialmente el próximo 23 de abril, pero que de hecho ya lleva largo trecho recorrido; sin embargo, somos muchos los españoles que sentimos esta celebración con especial predilección. Yo misma pienso celebrar a lo grande esta capitalidad y para ello tomaré de mis estanterías en mi casa de España, uno de esos viejos volúmenes de Machado, Lorca o Alberti que nacieron en una editorial porteña en algún momento de aquellos tenebrosos 40 años de dictadura en los que intentaron amordazar a tantos escritores nuestros y condenar a la ignorancia a millones de españoles. No lo consiguieron.
¡Gracias, Argentina… y enhorabuena, Buenos Aires!