Seattle de seguro posee sitios maravillosísimos, pero hoy hablamos de un lugar que ocupa un espacio legendario en la ciudad. Se trata del Pike Place Market, un mercado centenario alrededor del cual han girado las historias más cotidianas de los habitantes de la zona desde 1907.

Tal vez por ello, el Pike Place sea tan querido por los ciudadanos y lo que empezó siendo un lugar para los pequeños granjeros y agriculturos de la región, un sitio en el que exponer la mercancía que daban sus pequeñas granjas, se ha convertido en un referente de Seattle.

Ahora, junto a los pequeños puestos de verduras y frutas, las mesas de las pescaderías y los estantes de los carniceros y charcuteros, conviven tiendas de comics, anticuarios, restaurantes, artistas, herbolarios, caligrafistas chinos… Un pequeño universo se mueve diariamente alrededor del enorme recinto.

No obstante no es este hoy nuestro lugar de destino. Dejamos espacio para situarnos en un lugar muy concreto, concretísimo. Se trata de una pared. Sí, como lo están leyendo. Un muro es el que capta toda nuestra atención: el “Gum Wall”, una tapia de chicle situada en Post Alley.

El “arte” de la goma de mascar

Han sido necesarias dos décadas para que millones de gomas de mascar compongan un tapiz colorista y singular, que es fotografiado por miles de turistas al año. Pero los chicles no han llegado allí solos. Fue a principios de los 90 cuando la gente hacía largas colas en la pared de enfrente para sacar localidades para el teatro y, en señal de protesta por la espera, fueron estampando sus pegajosas quejas en el muro hasta cuajar el pringoso legado.

Durante los primeros años, los empleados del teatro trataban de limpiar la pared después de cada función, para acabar contemplando que el gesto era completamente inútil y dejar de hacerlo a partir de 1999.

Ahora la atracción es una de las más estrambóticas de los Estados Unidos y también ha sido calificada como una de las que albergan mayor número de gérmenes, según la clasificación de Tripadvisor. De todos modos, no crean que la afición de los norteamericanos por esta “cochinada” se queda ahí.

Otros lugares, como la Bubblegum Alley de San Luis Obispo, en California; o el “Gum Tree” de la Truman State University también son muestras de esta rarísima forma de “expresión”.

 

Fotografías de Paul Bacerak, Ricardo Martins, Henry AW y John Henderson.
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