Valldemossa

Poco hacía pensar a la apacible Mallorca del siglo XIX que dos viajeros tan ilustres serían los elegidos para llamar al turismo de una zona que, por entonces, apenas si era conocida más que por las bondades de su clima mediterráneo y la hermosura de su naturaleza. Bellos paisajes y calma eran las señas de identidad de unas Islas Baleares que recibieron al genio romántico para amainar su tormentosa y delicada salud.

Desde chiquitín, el “pequeño Chopin”, como era conocido en los círculos de virtuosos músicos, se vio obligado a lidiar con un salud esquiva y enfermiza que le obligaba a someterse a dolorosos tratamientos, agotadoras sangrías y largos tiempos de reposo. Aún así pasó buena parte de su infancia y adolescencia en Polonia, hasta que la música le llevó por distintos países de Europa hasta aterrizar en Paris a los 21 años de edad.

Cartuja

Allí vivió a partir de entonces, acompañado por el que había sido el amor de su vida y posteriormente buena amiga, la baronesa Dudevant, más conocida como George Sand. Ambos se trasladaron, con los hijos de ella, a Mallorca en 1938. Los médicos vieron la salud del músico tan terriblemente deteriorada que le aconsejaron un clima más benigno.

Allí se confirmó la tuberculosis del músico y aunque se suponía que la isla aliviaría la dolencia de Chopin, lo cierto es que aquel fue un invierno lluvioso y húmedo que no hizo sino empeorar la salud del artista. A pesar de ello fue allí, en la celda de la Cartuja de Valldemosa, que la pareja había alquilado, donde instalaron el piano que mandaron traer de Paris y donde Chopin compuso buena parte de los Preludios op. 28.

De todos modos, la salud del compositor no pudo más y tuvieron que abandonar la isla balear apenas dos meses después de su llegada. Sin embargo, a partir de entonces, miles de turistas han visitado Valldemosa con la intención de pasear por la celda 4 de la famosa Cartuja.

Fotografías de K. Korlevic, Juan Costa, Tournachon, Louis Auguste Bisson.
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