La Costa de los Esqueletos

Namibia resulta ser un enclave en el que la Naturaleza se muestra haciendo gala de toda su autoridad. La belleza extraordinaria de sus parajes contrasta con el poder letal de su temperamento. Pocos espacios fascinan con la misma intensidad que acobardan y ese miedo no resulta pusilánime, muy al contrario. El respeto que provocan las tierras de Namibia puede, en muchas ocasiones, salvarte la vida.

Nos trasladamos a un lugar en el que estos extremos de belleza y destrucción, de muerte y de energía viva se debaten de manera explosiva en una disparidad fascinante y desgarradora. Se trata de la Costa de los Esqueletos, a la que durante una época, los navegantes portugueses, llamaron con todo fundamento, “Las Tierras del Infierno”.

Ese carácter antitético del que hablamos comienza con el hecho de que el desierto más viejo del mundo, el Namib (“enorme” en la lengua de los nama), desemboque escandalosamente en un Atlántico furioso y perturbador como ninguno.

Restos varados

Allí la corriente fría procedente de Bengala provoca la aparición de espesas brumas capaces de desorientar a los nautas más expertos, las ballenas. En sus orillas, la Costa de los Esqueletos entierra por igual los restos de navíos y cetáceos, huesos y pecios, vértebras y timones…

Es el saldo de un violento oleaje que sacude las arenas del Namib cuando van a beber a la orilla de ese pedazo de playa africana. Hasta cuando el hombre, en la época de navegación a remos o con botes, conseguía alcanzar la costa “infernal”, debía continuar una lucha desigual contra el despiadado desierto, pues no existía otro modo de salir de allí que atravesando a pie esa agonía.

Está claro entonces por qué las arenas del Namib aparecen plagadas de esqueletos y por qué esa costa ha terminado enarbolando un nombre tan fastuoso como tétrico.

Fotografías de Hammond Eggs, Like the Grand Canyon, Namibnat, Vigue, Randomtruth, Jackus Dysonius y Calips96.
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