Perderse por los mercados de Oaxaca es toda una experiencia para el viajero que, por lo general, vive un fuerte impacto al dejar atrás los paseos por el México colonial y adentrarse en la primera bocanada de la Cultura prehispánica. Todo se ve, huele, sabe y se dice de una forma diferente y se hace en un mundo en el que las heroínas y las protagonistas son mujeres.

Mujeres que venden, preparan la mercancía, ‘pregonan’ el género, mantienen el negocio y dan de comer a sus hijos. Mujeres que, al aire libre o bajo la cubierta de un mercado, te cuentan la vida de Oaxaca, mientras te atienden detrás de un tenderete o tras el mostrador de sus puestos. Mujeres que se levantan antes del alba y cierran el chiringuito después de que el sol se ponga.

Madres, hermanas, abuelas, tías, sobrinas, vecinas, amigas… todas ellas son parte imprescindible de esta experiencia viajera. Te meten de lleno en un país auténtico, mucho más de lo que indican los folletos de las agencias de viajes. Lejos de Cancún y los grandes complejos hoteleros, estas mujeres luchan y se ganan el pan día a día, llenando las cestas de otras mujeres del pueblo que, como ellas, deben hacer malabares para cuadrar tiempo y economía familiar.

Y se ríen, se toman un momento para ofrecerte una bolsita de chapulines con sal y limón, e intercambias carcajadas cómplices con sus compañeras de plaza, sabedoras de la cara que vas a poner antes de meterte eso en la boca. Porque las extranjeras somos muy remilgadonas. Lo cierto es que un paseo por los mercados de Oaxaca devuelve a una al mundo real.

Fotografías de ibz_omar, Christopher Holden, goodiesfirst, Eddy Milfort, MaloValverde, Jesús Dehesa y William Neuheisel.
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