Oliebollen de Fin de Año

No existe una tradición de Fin de Año más extendida entre los holandeses que el de degustar sus famosos Oliebollen con la llegada del Año Nuevo. ¿Pero qué es ese plato tan rico que les vuelve locos en Nochevieja? Su nombre es bien gráfico, porque literalmente significa Bola de Aceite.

La masa y el sabor es muy similar al de los donuts y, en una versión más ligera, podrían entroncar también con los buñuelos españoles. Sin embargo, nada tienen que ver con estos dulces, porque el oliebollen se encuentra bien arraigado en la cultura pagana escandinava anterior a la llegada del cristianismo.

Era una forma de festejar el solsticio de invierno, durante Júl, cuando el dios de las tribus germanas subía al cielo junto a una cohorte de demonios. Los típicos bollitos constituían una buena base calórica para superar el frío cileo invernal.

De Oliebollerte ambulante

La base de los Oliebollen es una masa de harina, agua, levadura, sal y leche, a la que se le pueden añadir pasitas o trocitos de fruta. Cuando pasadas las horas la levadura hace efecto y se multiplica su tamaño, se elaboran las bolitas y se fríen en abundante aceite hirviendo.

Desde los pasteleros más reputados a los puestos ambulantes, Holanda, y también algunas zonas de Dinamarca y Alemania, se inunda de Oliebollen y grandes y pequeños se afanan por conseguirlos a pesar de las enormes colas que a veces se forman ante los establecimientos.

Grandes y pequeños reciben el Año Nuevo comiendo el tradicional dulce y cumplen así con una tradición anual de sus antiguos antepasados.

Fotografías de Jeroen Kransen, Carolina Georgatou, alickel, gwendolen, Roel Wijnants y Easternblot.
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