Primera Clase

Primera Clase. Foto tomada por Richard Moross

Debido a la competencia entre aerolíneas para mejorar la clase económica, la primera clase ha ido muriendo poco a poco. Muchas compañías la han acabado completamente y las que todavía la tienen la utilizan sólo en rutas de alto tráfico y en donde existan personas que puedan pagar el coste, ya que un pasaje en primera clase vale aproximadamente once veces más que en clase económica.

La experiencia de la primera clase empieza antes de que se suba al avión: algunas aerolíneas asiáticas envían una limosina para hacer los recorridos desde y hacia el aeropuerto, en donde una persona carga las maletas, allí se hace el check-in en una zona privada especial y luego se va a un salón en donde se puede disfrutar de un buen champagne. La compañía Lufthansa en Frankfurt incluso tiene una terminal completa para los viajeros de primera clase.

Una vez en el avión el servicio es el mejor de todos con champagne de la mejor calidad, carta de vinos y un menú que va desde la langosta hasta el caviar. Allí el servicio es muy personal, con asistentes de vuelo que sólo atienden de dos a tres pasajeros cada uno.

Una de las mejores partes de la primera clase son las sillas, que se reclinan totalmente en un ángulo de 180 grados y hasta se ofrece una pequeña suite o habitación en donde se tiene una cortina y otras divisiones para disfrutar de la mayor privacidad posible. Esta silla en realidad parece una cama y los asistentes la acomodan con sábanas y almohadas para una mayor comodidad, además se brindan pijamas y un kit de baño con productos de varias marcas muy conocidas.

Por último, la primera clase tiene los mejores asientos del avión en todos los sentidos. Esta clase en una gran mayoría de ocasiones se encuentra en la parte delantera del avión, en donde el ruido de los motores y la turbulencia son mínimos.