Nada más ligado a la cultura del agua que los baños árabesel hamman que evocan sueños de mil y una noches, donde el murmullo del líquido elemento estimula la pureza del espíritu a través de un cuerpo limpio. Abluciones, esparcimiento, purificación, convivencia… el imperio de los sentidos a través de las temperaturas del agua, hasta renovarse a través de la inmersión fría que despierta la consciencia.

Entroncados con las costumbres romanas de los baños públicos, los árabes supieron adaptar a su cultura la costumbre y la hicieron tan suya que en Occidente no volvimos a familiarizarnos con ella hasta los roces de la Era Victoriana con el Imperio Otomano. Gozaron los antiguos puritanos del placer del baño turco.

Los hombres con los hombres, las mujeres entre mujeres. Las piscinas separadas, en principio por cuestiones de pudor, fomentaban un espíritu de camaradería que aún pervive en algunos lugares.

El concepto se importó a Europa y proliferaron por el viejo continente balnearios que, con el paso de los años, han ido transformándose y adaptándose a los tiempos modernos, ofreciendo en la actualidad un sinfín de establecimientos rediseñados como spas consagrados al culto al cuerpo y al relax.

Sin embargo, aun perviven instalaciones que, amparadas en las fórmulas más añejas del hammam, ofrecen la experiencia de aquellos antiguos baños árabes, donde el sonido del agua nos devuelve el sosiego y repara el cuerpo de preocupaciones contemporáneas. Un momento para reencontrarnos con las buenas costumbres de nuestros antepasados.

Fotografías de peretzp, rightee, seier+seier, Ghezaltar.
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