Desde aquellos gigantes despiadados contra los que luchó el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, hasta el más famoso de los locales parisinos de Pigalle, los molinos de viento han traspasado las fronteras del tipismo de un solo país, para conquistar los horizontes y las más singulares geografías.

Molinos en los manchegos Campos de Criptana, convertidos en museos y sin granos ya que moler; molinos a la más polvorienta concepción norteamericana, pero en los rocosos perfiles de Lanzarote;molinos rojos y picarones, que albergan kilométricas piernas femeninas y esculturales señoritas de music hall; típicos molinos holandeses, de concepto tan exportable como la mantequilla o el tulipán; eólicos molinos postmodernos, de energía limpia y renovable…

Los campos del mundo se ven salpicados de estas edificaciones típicas de todo tipo, destinados a las más diversas y variadas tareas, que rompen el paisaje, a veces monótono a veces idílico, y componen las más prototípicas postales y protagonizan incluso auténticas leyendas desde tiempos inmemoriales.

Literarios, musicales, transgresores, funcionales, imaginarios, energéticos, históricos, románticos, tétricos, fortificados, desolados, tradicionales, urbanos, escultóricos… Los molinos de viento continúan entre nosotros, con una historia más viva que nunca y aferrados a nuestra memoria, aún cuando en ocasiones solo formen parte de una leyenda.

Fotografías de jreydiaz, Mutelot, trebol-a, soclega, Olivier Bruchez.
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