Puestecillos ambulantes en calle medieval

Ser Turista invita a conocer los países desde muy diversos puntos de vista y uno realmente enriquecedor lo constituyen las visitas a sus plazas y mercados. En el caso de Francia, son famosas sus braderies; mercadillos de ocasión en los que se pueden encontrar souvenirs alternativos a los que se compran en las tiendas al uso.

La braderie suele montarse cada domingo en sitios diferentes, que previamente se han ido anunciando en los encuentros anteriores y aunque ahora disponen hasta de sus propios sitios en internet a través de los cuales comunicarse; no resulta difícil retrotaerse en el tiempo, a los períodos entre guerras, cuando parece que estos mercados informales surgieron como una forma espontánea de conseguir un poco de dinero en momentos difíciles.

Vecinos del pueblo vendiendo sus objetos

De hecho, en la actualidad la estructura y el comportamiento de las braderies continúan siendo básicamente los mismos que en sus orígenes. Un grupo de particulares se ponen de acuerdo para organizar un mercadillo en un lugar y momento específicos y… ¡voilà!: bártulos a la calle, sobre mesas de playa o árboles; sombrillas esparcidas por los callejones; kioskillos caseros, servidos por amas de casa… y cientos de personas, de todo tipo y condición, disfrutando de un domingo de paseo y chollos.

Antigüedades, ropa de segunda mano, libros de ocasión, vinilos, viejas cámaras de foto, salchichas de Toulouse, cerveza refrescada en cubos con hielo, bocadillos de panceta… y cientos de cosas a un euro o incluso céntimos.

Pero, lo cierto es que lo de menos es comprar. El espectáculo lo constituye el pasar un día diferente, mezclarse con los habitantes de la zona y disfrutar de un aliciente completamente local.

Fotografías de Mar Santiago y Ana Pérez.