Mantillas de Semana Santa

Al igual que el traje de nazareno, la mantilla es otra de las vestimentas típicas asociadas a los desfiles procesionales de la Semana Santa española. Su origen parece perderse en los tiempos de Al-Andalus, como una huella musulmana en la historia de los cristianos. Al parecer, la costumbre islámica de que la mujer cubriese su cabello, caló en Iberia.

Sea como fuere, el paso de los tiempos hizo que la mantilla se vistiera como señal de luto para rezar a un cristo crucificado o yacente. No obstante, más adelante, se fue extendiendo a pasos con otros motivos sobre el calvario de Jesucristo.

Mantillas de Semana Santa

El protocolo deja claro que el vestido debe ser negro y entubado, siempre por debajo de la rodilla; elaborado en moaré, terciopelo o creps; con manga larga o francesa y escote discreto o incluso cuello mao, una incoherencia si tenemos en cuenta que es un cuello de procedencia china que nada tiene que ver con la Semana Santa o el cristianismo.

La mantilla debe ser igualmente negra, de blonda, chantilly o tul e ir sobre la teja o peina. Medias finas, sin dibujo. Guantes negros. Rosario de plata o azabache. Perlas, oro y plata para las joyas…

Algunos expertos en protocolo no aconsejan la costumbre andaluza de los dos claveles rojos a un lado de la cabeza. Sin embargo, esta costumbre nació como respuesta de las jóvenes malagueñas procesionarias menos pudientes de finales de los años 50. Concretamente fue una mujer gitana, camarera de María Santísima de la O, quien al desfilar junto a la duquesa de Alba y no pudiendo acompañar en joyas por sus carencias económicas, utilizó dos claveles rojos, en lugar de pendientes y collar. Hemos de decir que esta flor simboliza la sangre de Cristo y que esa señora fue mi madre: Doña Araceli Santiago.

Fotografías de Claudio Landi, Dani_vr, juantiagues, rafa_markos, Guijarro85 y csm_web.
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