Bruno's Art & Sculpture Garden

Australia es sin lugar a dudas una tierra más que propicia para colocar cualquier paraíso que obligue a la imaginación a trasladarse a mundos fantásticos y legendarios, colmados de extrañas criaturas, indicadas para dar rienda suelta a los sueños más épicos.

Quizá por ello el escultor Bruno Torf eligió este pedazo del planeta para instalar su casa y crear su propio jardín mágico o tal vez una vez allí, la naturaleza desbordada de esta parte del mundo le sirvió de musa para esparcir su arte en completa libertad y en total comunión con la exuberancia del terreno.

Nos estamos refiriendo al Bruno´s Art & Sculpture Garden, un jardín maravilloso que a la espléndida venebolencia de la tierra australiana tenemos que añadir la sensibilidad de un artista paraguayo de ascendencia sueca que ha conseguido, por la fuerza de sus manos, crear un mundo onírico en la tierra de los sueños.

En un pequeño pueblecito australiano, a penas a una hora de automóvil al noroeste de Melbourne, se encuentra Marysville, un precioso y tranquilo enclave de origen victoriano, en el que reside el pintor y escultor paraguayo. Allí ha pasado años esculpiendo su obra en madera y terracota.

Sinfonía Mágica

Elfos, hadas, duendes, criaturas mitológicas, personajes divertidos y entrañables… una especie de “wonderland” muy particular y cargado de una serenidad y una belleza sosegada, primorosa y rodeada de una vegetación más propia de épocas prehistóricas.

Allí, en medio del bosque y a la vuelta de cada árbol, de un montón de arbustos, de troncos abatidos puedes toparte con una alentadora sorpresa.

Desgraciadamente, en febrero de 2009, Marysville y sus 500 vecinos fueron víctima de una dolorosa catástrofe. Un incendio arrasó con la mayor parte del pueblo y se cobró la vida de 45 de sus habitantes. También el Jardín de Bruno fue pasto de las llamas.

A pesar de la adversidad, el pueblecito australiano sacó fuerzas de la desgracia y se unió para reconstruir su pueblo. El artista también puso manos a la obra y rehizo su jardín, salvando cuanto pudo y enriqueciéndolo con nuevas obras de arte.

Fotografías de Ross Hill.
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