Saba

La Isla de Saba es una de esas pequeñas islas del Caribe antillano, de hecho formaban parte de las antiguas Antillas Holandesas. En la actualidad este precioso rincón natural es todo en sí un mundo de mezclas y contrastes, al que acuden muchos turistas con la intención de aprovechar las difíciles condiciones de acceso para desprenderse de un buen chorro de adrenalina a través de experiencias extremas.

No hace falta mucho, la verdad. Baste decir que el primer escollo está a la hora de acceder a la Isla de Saba e intentar aterrizar en un aeropuerto cuya pista mide tan solo cuatrocientos metros y, a cada lado, una caída vertical compuesta por acantilados recortados sobre el mar.

Saba

Sólo existen cuatro poblaciones en toda la isla y resultan realmente impactantes, con su estilo colonial blanquísimo destacando sobre el exuberante verde de la naturaleza antillana. Nada más ver la orografía del terreno, lo que primero viene a la cabeza es cómo podían desplazarse en otros tiempos. No era fácil, de hecho, algunos tramos tan escarpados sólo eran posibles ser superados a través de larguísimas y angostas escaleras de piedra. Por supuesto, el burro fue el mejor aliado del hombre para transportar cargas.

Hoy en día existe una red asfaltada, pero no se debe cantar victoria, puesto que resulta un camino angosto por el que en la mayoría de los tramos no caben dos coches. No en vano se ha convertido en una de las atracciones principales de Saba. Sus numerosas y cerradísimas curvas, ese trazado tan sinuoso, inclinado y tortuoso, que te acerca a la cima del volcán extinguido que corona el islote (Monte Scenery, 877 m.), responde al nombre de La Carretera y los más osados eligen la época de tormentas tropicales para aventurarse a recorrer esta peculiar atracción de las Antillas.

Fotografías de Wiki/Simon Wong, puroticorico, killians_red.
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